Líder Activo

¡MIEDO!… ¿La peor herencia que hemos recibido?

Artículo publicado en la Edición 15 de nuestra revista Leadership Time, tienes la revista disponible de manera gratuita aquí en nuestra Web.

Son muchas las creencias (en su mayoría limitantes) que nuestros padres y amigos más cercanos nos han regalado a lo largo de nuestra vida, la gran mayoría nos las obsequiaron sin ánimo de hacernos daño, estaban cargadas de “buenas intenciones”, como nos lo regala el querido Camilo Cruz en su obra tan famosa, “La Vaca”. Pero cuando llegados a cierto punto de nuestras vidas, nos damos cuenta de lo pesado que son los miedos, y lo inútil que resulta ser la mayoría de ellos, comenzamos a cuestionarnos. Claro que el miedo es importante, su misión es protegernos del peligro, nuestros antepasados (digámosle jocosamente Cavernícolas) se mantuvieron vivos gracias al miedo, el cual los hacia buscar maneras de mantenerse a salvo, claro, el clima, la intemperie, las enfermedades más simples y claro los mamuts hacían que la vida fuese en esencia vivir en unos juegos extremos, mantenerse vivos un día era toda una proeza, una que tenían que hacer a diario, qué agotador, ¿No creen?

Pero hoy en día, son muchas las personas que aun le temen a los Mamuts, viven en sociedades civilizadas, en casas seguras, con comida en la nevera, seguro médico, medicina avanzada, y aun así le siguen temiendo a los Mamuts (metafóricamente hablando claro).

La palabra miedo proviene del término latino metus. Se trata de una alteración del ánimo que produce angustia ante un peligro o un eventual perjuicio, ya sea producto de la imaginación o propio de la realidad. Muchas estadísticas afirman que cerca del 85% de las cosas a las que tememos en el futuro nunca llegan a materializarse, del 15% solo un 5% llega a ser tan grave como lo imaginamos, y de ese 5% en el 90% de las veces, no llega a ser fatal para la persona, es decir, que a pesar de que la situación a la que le temes se termina dando, saldrías con vida de la situación. Solo recuerden el terror que sentíamos frente a una amenaza en el colegio, donde te decían que citarían a tus padres y estarías metido en serios problemas, claro qué si se llegaba el momento, tus padres podrían castigarte, quitarte la televisión o no permitirte jugar con tus amigos por un día o máximo una semana, siendo sinceros hoy con la madurez que tenemos, ¿Eso es tan terrible? Pues no lo es, pero es su oportunidad nos parecía una catástrofe.

Veamos el mismo ejemplo, pero actualizado a nuestra vida adulta, cometemos un error en el trabajo, y al darnos cuenta nos da terror y no queremos que nuestro jefe se entere, esto es una total tontería, sin importar lo “malo” que sea tu jefe, es un error cometido por un humano y que en la gran mayoría de los casos tiene solución. Entonces, ¿A qué le tememos? Le hice esta pregunta a 10 personas, y todas respondieron, miedo a las consecuencias del error, a lo que les pregunté. ¿Cuál sería la consecuencia más grave? Todos respondieron, que me despidan, luego les pregunte que siendo totalmente objetivos respondan, es tan grave como para que te despidan. Todos dijeron no. ¿Entonces a que le temes?, el silencio fue una respuesta unánime.

Hablando de este tema una vez una cliente en sesión me dijo que era una profesional muy segura de si misma, que era “guerrera” y no le tenia miedo a NADA, le pegunté; ¿Cuál es tu secreto para tener tanta valentía?, me respondió, es muy sencillo, soy perfeccionista en mi profesión y soy extremadamente meticulosa en cada cosa que hago y así garantizo no cometer errores. Hice un largo silencio productivo viéndola fijamente a los ojos, el tiempo suficiente para que el momento fuese realmente incómodo, hasta que no soporto más y me dijo, ¿Qué pasa? Ese silencio me perturba, mi respuesta fue, sabias que Meticuloso tiene la misma raíz de miedo, es decir ambas comparten la raíz Metus, lo cual significa que hacer las cosas de manera meticulosa realmente significa hacer las cosas con miedo, ¿Cuándo eres meticulosa, sientes miedo? Mirando hacia abajo dijo, quizá, puede ser, no se.  En su caso me sonaba a miedo a equivocarse, por la necesidad de ser perfecta. Quedó en shock, ahora era ella que la hacia el largo silencio. Cuando rompió el silencio dijo, es que tengo que ser perfecta, porque eso se supone que esperan de mí, mis padres toda la vida hablaron de mi como la hija perfecta, se sentían orgullosos de decir que yo hacia todo perfecto, que era meticulosa y detallista, y ese era mi secreto para ser exitosa… la interrumpí con una pregunta, ¿Cuánto te ha costado ser perfecta? Demasiado; dijo con tono muy fuerte y la voz quebrada. ¿Cuánto es demasiado?, suspiró y respondió, me ha costado mi felicidad.

El punto con esta historia es lo hábil que trabaja el miedo, el miedo no siempre son monstruos, no siempre lo representa el mal o la muerte, muchas veces el miedo se viste de etiqueta, y se muestra como perfeccionismo, como fuerza, exceso de empatía, como falta de límites, como la obligación de ser “Buenos”, todos tenemos miedos identificados que nos frenan, pero peores son aquellos miedos disfrazados que conviven con nosotros y que nos sentimos “cómodos” con ellos por el simple hecho de no haberlos identificado como lo que son, miedos. ¿qué buscan esos miedos disfrazados?, posiblemente, aceptación, cariño, simpatía, compañía, validación, o quizá sentirse valioso. Todos tenemos el derecho y el deber de ser felices, y nuestros miedos identificados o no, son siempre un obstáculo para ser plenamente felices. Y tú, ¿Le tienes miedo a los Mamuts?

Jimmy Canelones. @jimmycanelones

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